jueves, 29 de octubre de 2015

Crítica de ‘SPECTRE’

Teniendo como precedente a Skyfall’ (Sam Mendes, 2012), una de las mejores cintas de la saga, no extraña que Spectre’ resulte insípida. Sin entrar en comparativas, la pieza dirigida por Sam Mendes se introduce con maestría, planos aéreos bien rodados y un sinfín de artificios que no desentonan con la política argumental de 007. Sin embargo, en esa línea radica su falta de seriedad; la acción se ramifica en una trama cliché y unos personajes que se limitan a cumplir con su papel, sin aportar si quisiera un cariz de evolución. La tentativa inicial coloca todas las cartas encima de la mesa; la acción sin argumento es, si cabe, más divertida. Un error que intenta subsanar con la presencia de Christoph Waltz y Léa Seydoux, pero el efectismo les terminar por solapar. Una secuela que cumple los requisitos, entretiene por momentos, pero se desinfla en la acometida final.

Spectre

La vertiginosidad de la primera hora, se desvanece durante el resto del metraje. El (falso) plano secuencia inicial nos presenta las intenciones de Mendes; grandilocuencias del cine bondiano en un ambiente terco y previsible. Aunque cumple con las condiciones para posicionarse entre las tres mejores de la saga, Spectre se limita a avanzar con simpleza, sin concretar en su verdadero objetivo. Ni reinventa, ni prosigue la reinvención conseguida en Skyfall, sino que vuelve a los derroteros del cine hollywoodiense por excelencia, donde las explosiones, los coches de alta gama y la poligamia se hacen eco de la carencia sentimental del protagonista. Fuegos artificiales que no esconden nada, bajo la inmensa capa de luz y color que llena la pantalla. No hay que olvidar que se trata de una saga en la que la profundidad de la trama siempre ha quedado en segundo (o tercer) plano, sin embargo, es evidente que Mendes se ha servido de todos los trucos para captar la atención de un espectador entregado a la causa. Un espectáculo visual que se encasilla en la repetición del mismo tópico, demasiado fácil para ser tomado en serio. Al igual que en el primer acto entretiene, en el segundo se sume en un profundo bostezo que hace avanzar con lentitud a la historia que todos conocemos. Una receta que consigue funcionar como la banalidad del género espía, desde una perspectiva más cercana a Quantum Of Solace’ (Marc Forster, 2008), que a una secuela regenerada con la suficiente profundidad, como para no dejarse avasallar por el torrente de acciones. El guión escrito a cuatro manos (John Logan, Neal Purvis, Robert Wade y Jez Butterworth) revela esas carencias, pero, aún con ello, no consiguen enturbiar la atmósfera, recordándonos que la dificultad argumental, no es necesaria en una cinta dedicada al entretenimiento sin pretensiones. Spectre toma la iconografía de sus predecesoras, les otorga forma y las lanza en un globo aerostático que sigue la linde de la época conneryana. Divertimento sin reservas, demasiado largo para la decepción que supone su final.

Spectre

Daniel Craig desarrolla un ejercicio que incrementa sus credenciales a mejor James Bond de la historia. No muestra debilidades, no se aparta de la esencia que posee la saga, sino que vuelve a adaptarse a un papel más superficial y repleto de guiños al humor que siempre le ha acompañado. Uno de los detalles más significativos del filme, está relacionado con el minutado de aparición de según qué personajes. El hecho de que Dave Bautista aparezca en casi mayor medida que Christoph Waltz, deja clara, una vez más, la intención de Mendes para con el espectador. El austriaco se adapta perfectamente al encuadre de un personaje que le está sirviendo como encasillamiento, aunque termina por ahogarse en las lagunas del guión. El mismo problema le ocurre a Léa Seydoux, en su papel como nueva-chica-Bond. Su carisma no termina de encontrarle el punto a un personaje sumiso que trata de no parecerlo, aunque de forma inútil. Las apariciones de Monica Belluci y Ralph Fiennes sólo otorgan elegancia a una pieza que prefiere la lucha entre el utópico super-héroe de carne y hueso, y los malvados (acompasados con sus fornidos defensores) que claman por verle desaparecer. Personajes de cartón, hipnotizados por el efecto Bond. 

Spectre recupera la esencia del espionaje sin pretensiones, siendo todo lo buena que puede llegar a ser una obra de Bond. Un ejercicio de entretenimiento plausible, acertado en su forma, aunque erróneo en su contenido. El tándem Mendes-Craig tiene crédito, y mucho, aunque en Spectre aparece un poco más oxidado de lo normal. Un arma para los amantes de 007, quienes podrán revivir, con escalofríos, la última escalada del espía británico.

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