martes, 19 de mayo de 2015

Cine Geek

«La autoridad y el respeto ni se imponen ni se exigen, se otorgan» es una de las bases educativas que te enseñan a la hora de trabajar con adolescentes y es, además, la enseñanza que se desprende de La profesora de historia (Marie-Castille Mention-Schaar, 2014). La película cuenta la historia de Anne Gueguen, profesora desde hace 20 años en un instituto público francés. Al igual que ocurre en otras clases del mundo, se ha etiquetado a sus estudiantes como «conflictivos», una profecía autocumplida que, sin embargo, no se cumple cuando tratan con ella. Madame Gueguen trata a sus alumnos como si tuvieran posibilidades y, por eso, les ofrece presentarse a un concurso a nivel nacional en el que tendrán que hacer una exposición sobre la infancia y la juventud en el sistema de los campos de concentración nazis. Sus alumnos, chavales del siglo XXI, conocen así a otros como ellos pero nacidos 60 o 70 años antes y descubren lo mucho que tienen en común con aquellos niños y adolescentes de los que creían no saber nada.

La profesora de historia no es en absoluto una historia unidimensional en la que todo gira alrededor de la trama principal y nada más importa, al contrario: ya sea por estar basada en hechos y personas reales o por la maestría de sus guionistas (Marie-Castille Mention-Schaar con la ayuda de Ahmed Dramé), es una narración rica en detalles, en historias de vida y en personajes tridimensionales más importantes que la trama en sí misma. Los personajes secundarios, esos alumnos de casas desfavorecidas, de diferentes confesiones y con poca o ninguna motivación y apoyo para terminar el instituto, son la pieza central de la película y durante hora y media les acompañamos y les vemos madurar no solo al enfrentarse al proyecto sobre el nazismo sino también al enfrentarse al resto de problemas de su vida cotidiana en la Francia actual.

A través de La profesora de historia vivimos la realidad multicultural francesa y la problemática que agrava el laicismo oficial legalmente establecido en los centros educativos. Vemos a jóvenes musulmanes, cristianos y judíos acatar la ley, pero también la presión que ejercen los padres sobre los centros educativos para restringir (aún más) las normas de vestimenta y «desmusulmanizar» a las alumnas todo lo posible. Vivimos a través de los ojos de nuestros protagonistas la presión entre iguales por ser «el mejor musulmán» o para que las chicas se vistan de forma «más púdica», el racismo latente en la calle, la situación de Palestina e incluso el uso de imágenes de Mahoma en una obra de arte cristiana, todo problemáticas actuales tratadas con una diplomacia que sería de agradecer, por ejemplo, en los políticos.

Esta película dice y demuestra que «no hay imagen inocente», con sus frases pintadas en muros, sus títulos de trabajos, sus reflexiones sobre los cómics basados en la época del nacismo y sus escenas brillantes que se te graban en la retina. Cabe destacar el papel de Noémie Merlant, Mélanie en la película, que realiza su papel de adolescente rebelde con tanta convicción que hace que compadezcas a todos los educadores del mundo. También es digna de mención la actuación de Ahmed Dramé en su papel de Malik. Este joven de 22 años se ha ganado la nominación a un premio Cesar como actor revelación por su actuación en La profesora de historia y es, además, uno de los alumnos que en 2009 vivió la historia que se narra en la película.

En general, La profesora de historia es una narración cuerda e interesante, una oda a los profesores que aman su vocación y que se ganan el respeto y la autoridad ante sus alumnos día a día con su trabajo en todo el mundo. También es una mirada abierta y sin moralina de la situación de los jóvenes musulmanes franceses en la Francia actual, que nos da pie a la reflexión sin masticárnosla. Cine francés del bueno en que el resultado del concurso central de la historia quizá sea lo menos importante.

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