miércoles, 23 de diciembre de 2015

Cine Geek

En 1983 cerrábamos la trilogía clásica de Star Wars con El retorno del Jedi y no sería hasta 1999 cuando la saga galáctica más famosa de todos los tiempos volviera a nuestras vidas iniciando una nueva trilogía que tras la conclusión de La venganza de los Sith dejó una amarga sensación de decepción en todos (o la mayoría ruidosa al menos) los fans. Diez años después, una compra millonaria por parte de Disney y un nuevo reparto de semidesconocidos apoyados por el trío clásico protagonista llega El despertar de la Fuerza, esta vez con J.J. Abrams tras la cámara y con la enorme tarea de devolver la saga a su gloria de antaño. ¿Y qué nos cuenta este Episodio VII?
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Hace mucho tiempo, en una galaxia que sigue siendo muy, muy lejana, Luke Skywalker (Mark Hamill) ha desaparecido y un nuevo peligro ha resurgido de las cenizas del Imperio bajo el nombre de la Primera Orden. Al mando de este movimiento se encuentra la enigmática figura del Líder Supremo Snoke (Andy Serkis), cuyo brazo ejecutor, el aún más enigmático Kylo Ren (Adam Driver), busca localizar y destruir al desaparecido Skywalker, el último Jedi. Tales son las cosas que los planos que conducen hasta Luke acaban en un recóndito planeta donde los caminos de Rey (Daisy Ridley), una chatarrera, y Finn (John Boyega), un soldado de asalto renegado, acabarán cruzándose y serán perseguidos por el malvado Kylo. De esta forma J.J. Abrams nos devuelve al universo creado por George Lucas derrochando cariño, nostalgia y respeto por la saga original. Los escenarios, los personajes y las tramas vuelven a ser tangibles y nos olvidamos de los interminables cromas cantosos y personajes CGI en favor de escenarios reales, criaturas espaciales nuevas, marionetas y droides carismáticos (el diseño de BB8 sigue siendo digno de mención pese a la excesiva caña que han dado con él durante la promoción). Los elementos que hicieron única a Una nueva esperanza vuelven a estar presentes y la trama política iniciada en La amenaza fantasma se diluye con la aparición de esta Primera Orden que busca imponerse por la fuerza a la cada vez más marchita República Galáctica. Por tanto, si este volver a las bases y olvidarse de las fallidas precuelas ofrece a priori todos los ingredientes para crear un nuevo clásico inmediato, ¿por qué El despertar de la Fuerza acaba quedándose en un buen intento? Bueno, el problema es el mismo que tuvo Jurassic World.

J.J. Abrams muestra tanto respeto hacia el material original como Colin Trevorrow hacia el film de Spielberg y, al igual que a este, el hacerlo le lleva a repetir la misma película para una nueva generación. Son demasiadas las similitudes argumentales con Una nueva esperanza, incluso teniendo en cuenta el paradigma de aventuras que supone ya el clásico de George Lucas, que es imposible no pensar en un remake de tapadillo. Este y no otro el gran problema de esta cinta, pues en el resto de aspectos no se le pueden echar demasiadas cosas en cara. Por una parte encontramos a los personajes clásicos Leia (Carrie Fisher), Han Solo (Harrison Ford), C3PO (Anthony Daniels), Chewbacca (Peter Mathew) y por otro a los nuevos Rey, Finn o Poe Dameron (Oscar Isaac), y mientras unos, los veteranos, ejercen de mentores los otros se preparan para el destino que se les avecina. Especialmente relevante es el rol de Ford, el gran robaescenas de la saga clásica que se ganó el corazón de los fans con su carácter canalla y de antihéroe que ahora ejerce de mentor de los jóvenes Rey y Finn y con el que volvemos al interior del Halcón Milenario y a fijar a la velocidad de la luz. Sin embargo, el papel de la “antigua generación” se relega a un segundo plano en pos de los nuevos actores, los que van a inundar el merchandising de los próximos años y los que intentarán sostener sobre sus hombros la millonaria franquicia. Particular es el caso de Adam Driver y su Kylo Ren, un personaje a la sombra de Darth Vader tanto a nivel del argumento como fuera de él y quien tiene la difícil tarea de recoger el pesado testigo del villano más antológico del cine. Driver navega en un peligroso equilibrio entre el villano molón y el Hayden Christensen que supera gracias a que sus dotes como actor son bastante superiores a las del infame Anakin Skywalker y deja gran parte del peso de su personaje a explorar en las próximas secuelas.

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En cuanto a los héroes, tanto Rey como Finn saben pasarse el testigo llevando el peso de la acción, la primera siguiendo el esquema de héroe de manual tras su llamada a la aventura y el segundo convertido en héroe involuntario y renegando de un destino que no desea. La dinámica de estos dos roles es lo suficientemente sólida como para sostener el metraje más allá de la nostalgia y se convierte en una prometedora apuesta de futuro de cara a las siguientes entregas. El despertar de la Fuerza puede no ser todo lo innovadora que se desearía, pero no se puede culpar a Disney por ir a tiro seguro. Esta vez pase repetir lo que ya se sabe que funciona, pero para la próxima toca echarle un poco más de riesgo. De momento, los ingredientes para mantenerse en pie la nueva trilogía (y saga en general) son unos más que dignos sucesores del buen recuerdo dejado en su día por la saga de George Lucas.

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