Parece que 2015 es el año de las mujeres en Hollywood. En una industria incapaz de pasar, en general, el test de Bechdel, que pide locuras tales como «que existan dos personajes femeninos y hablen entre sí de algo que no sea el hombre», repentinamente este año han empezado a proliferar películas con protagonistas femeninas dignas, fuertes e interesantes. Uno de los géneros más faltos de personajes femeninos que pasen de tener el papel de «lámpara sexy» ha sido siempre, sin duda, el del cine de acción y por eso Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015) sorprendió tanto con Furiosa. Esa misma sorpresa nos da Espías (Paul Feig, 2015), que si bien no es acción pura y dura ni mucho menos, sí se trata de una comedia con tintes de acción, que tampoco se queda muy lejos. Si bien en el cartel promocional que se ha distribuido en España la protagonista pasa total y absolutamente desapercibida (al igual que el personaje al que representa), ella resulta ser, sorprendentemente, la protagonista absoluta de la historia. Y damos gracias.
Espías nos cuenta la historia de Susan Cooper, una anodina analista de la CIA que se formó para convertirse en agente de campo pero terminó sirviendo de apoyo a Bradley Fine (Jude Law), el clásico agente del cine de espías tipo James Bond: guapo, elegante y encantador. Cuando Bradley desaparece y las identidades de los agentes de campo se ven comprometidas, Susan se ofrece, cual cara desconocida, para realizar una labor de investigación y seguimiento sobre el terreno para evitar la venta de una bomba nuclear.
Durante las dos horas del metraje seguimos a Melissa McCarthy (en su papel de Susan Cooper) y vemos como esta «dócil» analista relegada al papel prácticamente de teleoperadora, pone en su sitio a los villanos de media Europa. McCarthy se queda y se gana el protagonismo con un buen trabajo apoyado sobre un guion con puntos humorísticos magníficos, irreverentes, malhablados y a veces escatológicos, que se alejan de la obviedad y los clásicos «resbalones con cáscara de plátano».
Cabe destacar también los papeles secundarios que salpimentan la historia y le añaden justo lo que necesita para llevarla un poco más al límite. Sin ellos, Espías sería «El show de Melissa McCarthy» como pasa, desgraciadamente, demasiado a menudo. Sin embargo, estos secundarios resultan imprescindibles e hilarantes, introducidos en las escenas casi siempre de uno en uno y dándole un contrapunto nuevo al personaje de Susan con el que relacionarse. La película cuenta con Jason Statham en el papel de Rick Ford, el espía más duro y macho del mundo, digno de un buen chiste de vascos; Peter Serafinowicz como Aldo, el espía italiano obsesionado con las mujeres; Alisson Janney como Elaine, la jefa borde y, por último pero no menos importante, Miranda Hart en su papel de la anodina Nancy.
Con un argumento que podría haber caído en lo más anodino de las comedias ligeras, Espías logra encandilar. Te atrapa en su historia y te hace reír, como toda buena comedia debería hacer. La actuación es divertida y el guion está bien escrito, con sus bromas con bastante contenido y localizadas donde deben. Un punto de acción inesperado que no tiene nada que envidiarle a algunas escenas de lucha que se ven en películas «serias» y suficientes gadgets como para hacernos soñar con tenerlos, la convierten casi tanto en una película de espías como en una parodia de las mismas. Una película para ver y repetir cualquier tarde de verano y salir con una sonrisa de la sala. Eso sí, esperad hasta el final de los créditos u os perderéis la última escena de la película. Quién sabe, quizá haya una segunda parte y echéis de menos no haberla visto.
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