Todos aquellos que somos apasionados de algo hemos esperado con ilusión por un producto (una película, un álbum, un juego, una nueva temporada de una serie) y cuando ha caído en nuestras manos nos ha faltado tiempo para reorganizar nuestros planes y disfrutar de ese producto, solos o acompañados, al gusto de cada quien, y a ser posible sin interrupciones. En esta premisa se basa, precisamente, No molestar (Patrice Leconte, 2014). Este veterano director de la comedia francesa nos trae una adaptación del guion para teatro de Florian Zeller de 2013 y del mismo nombre (en francés): Une heure de tranquillité (Una hora de tranquilidad).
La película narra la historia de Michel, un melómano y entusiasta del jazz que encuentra de casualidad el disco que lleva años buscando para su biblioteca de vinilos particular. Cuando Michel llega a casa, el mundo entero parece confabularse contra él para que sea incapaz de tomarse una hora libre (como reza el título en francés) para escuchar el tan ansiado disco. Como no podía ser de otra manera, los motivos por los que nuestro protagonista no puede tomarse un respiro van volviéndose cada vez más surrealistas a lo largo de la película.
No molestar cuenta con un inicio quizá demasiado brusco, que no nos da tiempo a empatizar realmente con el protagonista como podría haberse conseguido, probablemente, de haberle dado un poco más de tiempo al comienzo de la historia. Con sus (¡increíble!) 79 minutos de duración, salta directamente al nudo. Sin embargo, hay que decir en su favor que la película dura lo que tiene que durar (¡por una vez!). No da tiempo a aburrirse ni a desperdiciar una frase ni un segundo de más en nada innecesario, lo que sorprende y se agradece.
Las razones para no poder escuchar su deseado disco y las subtramas que se van desarrollando (la fiesta de los vecinos, la historia familiar) van in crescendo hasta estallar todas juntas, una detrás de otra, en una gran traca (justo antes del) final. Cabe destacar de ese final que cierra con suavidad la trama, dándote la oportunidad de salir de la sala con una sonrisa pero sin perder la coherencia y estando bien llevado.
El protagonista, cómo no, no es otro que Christian Clavier, uno de los actores clásicos de la comedia francesa al que vimos también este año haciendo de padre en Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (Philippe de Chauveron, 2014). Clavier representa su papel de cabeza de familia de clase alta francesa a la perfección y es la indiscutible pieza central de la película. El variado elenco de secundarios que le rodea incluye, entre otros, a la española Rossy de Palma. Ésta realiza, como no puede ser de otra manera, uno de los papeles típicos de las inmigrantes españolas en el ideario francés de clase alta: la chacha. Esta limpiadora pone un punto de pasotismo mientras nos acompaña a través del filme con la paciencia de la empleada acostumbrada a las excentricidades y manías de sus empleadores.
En general, No molestar agrada, pero tampoco tira la casa por la ventana. Es una película distendida, que hará reír al público en ciertos momentos, pero queda muy lejos de convertirse en memorable, ni mucho menos. Es un entretenimiento digno, que mantiene bien el ritmo durante toda la obra, pero que no quedará en la memoria de nadie dos décadas, dos años ni, posiblemente, dos semanas después de verla. Quizá sirva para dar «una hora de tranquilidad» (o 79 minutos) a alguien estresado, pero poco más.
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