Vivimos en un mundo cada vez más obsesionado con la juventud. Si bien antes se consideraba que la mejor edad (por lo menos para una mujer) eran los 18, desde hace unos años la visión imperante dice que la mejor época de nuestra vida ocurre entre los 20 y los 30 años. Porque todo el mundo sabe que el día que cumples los 30 tu trabajo se vuelve tedioso y nunca más podrás buscar otro, te casas para tener un matrimonio infeliz (o se vuelve infeliz aunque ya lo tuvieras antes y fuera feliz) y te crecen 3 o 4 hijos como champiñones, los quisieras o no. Llevamos un tiempo aceptando esta visión preconcebida del mundo «adulto» que tiene la cultura popular estadounidense y, una vez más, se muestra en Mistress America (Baumbach, 2015).
Mistress America sigue la historia de Tracy (Lola Kirke), una chica que empieza la universidad en Nueva York y que espera que el mero hecho de empezar esta nueva etapa la convierta en una persona que no es y le dé una vida que no tiene ahora mismo. Si bien sus objetivos se adaptan a su personalidad (bastante sosa por lo demás), la búsqueda de esa juventud para recordar con historias locas que compartir de sus noches de borrachera está presente en su vida. Por supuesto, encuentra la forma de conseguir esto cuando entra en su vida su futura hermanastra (Greta Gerwig), una treintañera que se niega a crecer y aceptar que ya no está en la edad dorada y que, por lo tanto, no ha logrado nada en la vida… pero sigue viviendo cada noche grandes aventuras como cantar con grupos.
Si bien es cierto que al menos el argumento se sale de lo habitual, como la screwball que pretende ser (un género de comedia que raya con el cine negro y con una protagonista femenina, algo muy típico de los años 30 y 40 en Estados Unidos), Mistress America no da la talla. No aburre en sus 90 minutos de metraje, pero el argumento llega a ser bastante predecible, al igual que unos personajes que, si bien tienen su profundidad, quedan representados por actrices que no terminan de conseguir esa tridimensionalidad necesaria.
Hay que decir, a pesar de todo lo anterior, que la película acierta en varias cosas. Se agradece que no pretenda en ningún momento representar a toda una generación, sino a dos individuas, cada una con su vida y su forma de pensar. También poder tener una película cargada de papeles femeninos fuertes en la que el argumento, además, no gira en torno a un hombre. Por otro lado, los diálogos son fluidos e incluso a veces interesantes, no cayendo demasiado en lo manido, aunque quizá el humor no termine de alcanzar las cotas deseadas y raye en el humor por extravagancia y confusión más que por humor en sí mismo.
Podría decirse que Mistress America es una película que pasaría totalmente desapercibida excepto quizá entre los mayores fans del cine más indie si no fuera porque la firma Noah Baumbach como director y guionista, igual que en sus más famosas Frances Ha (Baumbach, 2012), coguionizada también junto a la coprotagonista de este filme Greta Gerwig, Una historia de Brooklyn (Baumbach, 2005) y el guion de la magnífica Fantástico Sr. Fox (Wes Anderson, 2009) basada en el libro de Roald Dahl de mismo nombre.
En general, ciertos autores tienen que gustarte debido a sus estilos fuera de lo común, al igual que ocurre con ciertos actores y actrices, y en esta película se conjugan ambos factores. Hay películas que no están pensadas para el gran público y hay otras que, directamente, solo gustan a unos pocos sibaritas. Para gustos, colores.
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