He seguido The Flash desde que empezó a emitirse, siempre atento a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos y las aventuras. Al igual que otros muchos me alegré con la llegada del auténtico Jay Garrick (que el falso no sonriera debió darnos una pista), temí por la cordura de Barry Allen cuando salió de la Fuerza de la velocidad y llevo deseando que se quiten a Iris del medio desde el capítulo primero.
Pero dejando de lado a este repelente personaje hay que reconocer que hemos llegado a un punto en que la serie es cada vez más y más cansina, al punto de que ya pasa a ser directamente un culebrón en el que en ocasiones pasan cosas de tipos con poderes.
Y no es malo que tenga su punto de telenovela, al final cualquier producción que dura cierto tiempo termina yendo hacia ese punto. El problema es que aquí ya todo es cansino, mucho, casi logrando que empieces a pasar de los protagonistas.
Es decir, cuando no lo hacen los propios guionistas. Al mal y terrible uso de Ralph Dibny me remito, que es poco más que un secundario cómico en una cabecera en la que más o menos todos terminan siéndolo.
Peor todavía es el desaprovechamiento total y absoluto de Danielle Panabaker, algo de lo que he hablado anteriormente en Cinemascomics y que es para llorar. Ahora parece que ella y Carlos Baldés van a dejar la serie en busca de aguas, supongo que en parte cansados del poco desarrollo que tienen sus personajes y que básicamente ruedan el mismo episodio semana tras semana (algo que, mientras eran divertidos, no importaba).
Por suerte hay una luz en el horizonte, y es el cambio de manos que habrá con la sexta temporada. Todd Helbing se marcha y recoge el testigo Eric Wallace. Será él quién tenga que allanar el camino hacia Crisis en Tierras Infinitas, y lograr devolver a The Flash el esplendor y el carisma que poco a poco a ido perdiendo.
Toca esperar y ver.
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