Desde hace muchos años Astro City ha sido una presencia de fondo en las librerías, en las lecturas, en las recomendaciones, en el corazón de los autores, de los lectores, de los amantes de los superhéroes…
Y esto es por varios motivos, desde el buen tratamiento de personajes de Kurt Busiek (sigo pensando que su etapa en Los Vengadores de Heroes Return es la mejor), al dibujo de Brent Anderson (principalmente, ha habido también artistas invitados), y las esas portadas con sabor clásico pero tremendamente actuales que solo Alex Ross sabe crear.
Son muchas cosas, tantas que darían para un libro en que adentrarse en sus detalles (me anoto la idea, quizá en un futuro…), pero sin duda la causa principal de todo es que es una carta de amor. Esto es algo que he comentado varias veces en diferentes artículos, pero no soy el único que lo piensa.
Todo el que llega hasta estas viñetas lo sabe.
Sí, es cierto que ha tenido mejores y peores momentos, algo inevitable en una serie de largo recorrido, pero el sabor general siempre es bueno. Incluso cuando es amargo por las historias que se narran, incluso entonces los autores implicados logran que quede una buena sensación.
Es un sentimiento cálido y también familiar, sabes que estás en casa, en un terreno conocido aunque no sea exactamente el tuyo. Al cabo del tiempo los héroes y villanos que han ido apareciendo se han convertido casi en amigos, pero también los ciudadanos anónimos y sus propias vidas; las suyas y también las de todos los que les rodean.
Son precisamente tres de estos nombres anónimos los que sirven de cierre a la recopilación que ECC lleva haciendo largo tiempo de esta larga colección, que se zanja (por el momento) en Astro City: Y al final…
La primera historia presenta a Andy y Hank. El primero un ratero de poca monta y el segundo un adorable cachorro de perro que le cambiará la vida, en muchos sentidos. Primero haciendo de él una mejor persona y después logrando que se convierta en un héroe, todo gracias al amuleto de poder de Stormhawk uniendo así el presente con el pasado como suele hacer Kurt Busiek en esta cabecera que se ha convertido en un gran drama que funciona en diferentes momentos temporales.
Sigue el recopilatorio con Lulu Garneau, otra civil más, otro nombre anónimo que no tiene nada de especial salvo que en Astro City todos tienen algo de especial. Esta joven es hija de un genio científico siempre mas preocupado por los demás que por él mismo, al punto de llegar tarde para despedirse de su esposa moribunda y con el tiempo llegar a desaparecer. Pero su descendiente comenzará a buscarle cuando se manifieste una energía llamada Resistente, un poder que vive libre y que ayuda a defender a los más débiles. Ella sabe que él está detrás, no sabe la historia completa, pero cuando aparece ella nota algo familiar: el olor a tabaco de pipa y caramelos de limón.
Termina este tomo con Michael Tenicek, un nombre familiar para los lectores de este drama que ya hizo aparición en el tomo Confesión, en una de las historias más bellas y a la par tristes que ha firmado Kurt Busiek en todo este largo recorrido. Entonces era un hombre que recordaba a una esposa que no había existido, una víctima de una guerra temporal que la borró de la realidad. Ahora re aparece con veinte años más, ha formado un grupo de ayuda para otros ciudadanos de la ciudad y así juntos superar sus duelos personales. El suyo no es sencillo, ¿como explicas a los demás que lloras por alguien que solo puedes ver en sueños? Cada día es una lucha para no olvidarla, para ayudar a los otros, para hacer que cuente.
Un total de tres historias sin grandes héroes protagonista, salvo la primera (aunque lo relevante es la relación entre Andy y Hank), tres narraciones en que de nuevo lo importante son las historias y sus actores, un cierre perfecto para lo que han sido dos décadas de viñetas en las que Busiek, Anderson y Ross (con colaboraciones esporádicas de otros artistas) han creado un universo rico y propio, que bebe de otros, una carta de amor única que ha logrado cosechar premios y aplauso, a la vez que lágrimas y sonrisas.
Y al final… al final solo queda despedirse, al menos por ahora, y al igual que hace Michael Tenicek soñar con un mundo que nunca ha existido pero que siempre estará ahí.
Está usted saliendo de Astro City. Conduzca con cuidado.
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