lunes, 29 de agosto de 2016

El acoso a Leslie Jones por Ghostbusters

El acoso a Leslie Jones por Ghostbusters

Leslie Jones Ghostbusters

Seamos claros: Cazafantasmas 3 nunca iba a ocurrir. Desde 1989 todos los intentos de realizar una tercera entrega han acabado con Bill Murray negándose a ponerse el mono de trabajo, y se ha convertido en un hombre tan imprevisible que es más fácil encontrarle robando patatas fritas a la gente en los restaurantes que comprometiéndose seriamente con un trabajo. Además, tras la muerte de Harold Ramis era evidente que el remake era la única opción viable, pero muchas de las cosas que se dijeron en internet ni eran ciertas ni posibles. Ese film con Channing Tatum y Chris Pratt que incluso podría dar lugar a un universo compartido de cazadores de ectoplasmas nunca fue un proyecto en firme, pero muchos lo pensaron porque lo vieron repetido hasta la saciedad en webs y revistas de cine. La lección que deberíamos haber aprendido es que en la mayoría de las ocasiones las entrevistas que dan actores y directores no deben ser tomadas en serio, y que los titulares se agrandan en busca de visitas y la atención de los lectores.

Pero si de aprender las cosas mal, Leslie Jones sabe un poco, ya que la actriz afroamericana de cuarenta y ocho años se ha convertido desde su participación en Ghostbusters, en el objeto de ataques racistas y machistas en internet. La semana pasada alguien hackeó su página web justleslie.com y difundió en ella imágenes robadas de su teléfono móvil, incluyendo no solo fotografías de su pasaporte y encuentros con otros famosos, sino seis imágenes de contenido sexual explícito. No es la primera vez que alguien famoso ve cómo sus imágenes íntimas acaban siendo de dominio público. Si Andy Warhol viviese en pleno siglo XXI diría que en lugar de quince minutos de fama, en el futuro todos tendríamos nuestra película porno filtrada online. Casos como The Fappening, donde actrices y modelos vieron cómo se compartían en internet vídeos y fotografías de contenido sexual, nos recuerdan también al hacker que mostró al mundo la intimidad de Scarlett Johansson. Por qué hacen esto es evidente: son personas que desean hacer daño y explorar el lado más sexual de las famosas, y aunque es denunciable y un delito, el caso de Leslie Jones es diferente porque ha sido buscado como venganza por haberse atrevido a protagonizar este remake de Los Cazafantasmas.

Ghostbusters ha recibido desde sus comienzos muy malas críticas. Por un lado tenía que hacer frente a aquellos que consideran que Hollywood ya no tiene ideas nuevas, por otro a los que creen que los Cazafantasmas son “una parte importante de su infancia”, y también a los que creen que la corrección política imperante en el mundo del espectáculo está forzando a guionistas y directores a plegarse ante las exigencias de las feministas o las minorías. Eso sin contar con los que pensaron que al llamar “remake femenino” a esta película se abría un peligroso camino por el cual los estudios iban a entregarnos versiones dobles de cada estreno, como así va a ser con Ocean’s Eight o The Expendabelles, aunque esta última no acabe rodándose jamás. Parte de los detractores de la idea de unas cazafantasmas femeninas son los mismos que ven mal que Daisy Ridley o John Boyega sean los protagonista de la nueva trilogía de Star Wars, de la misma forma que Felicity Jones hará con Rogue One. La verdad es que la elección de un casting cada vez más abierto y que incluya personas de diferentes razas o inclinaciones sexuales sí es algo consciente, pero resultado de una idea, y es la falta de representación y las enormes desigualdades entre personajes y enfoques en las historias.

cazafantasmas

No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de que la mayoría de las películas, libros y cómics están destinadas a los hombres. Las mujeres parecen tener su propia categoría, y sagas grandes como Star Wars siempre han sido, como bien dijo Carrie Fisher, “fantasías masculinas adolescentes”. Héroes, princesas, guerreros… rara vez se profundiza en el papel de las mujeres o se las trata como iguales. Y sin embargo, muchísimas chicas son fans de la serie creada por George Lucas a pesar de que nunca se las representa o se piensa en ellas. Una de las industrias del cine más importantes del mundo, la estadounidense, produce historias pensada siempre para sí misma. Por eso se hacen tanto remakes de películas extranjeras como The Ring, Oldboy, Rec o Abre los ojos, porque buscan complacer al público nortemaericano. Es la razón también por la que películas como El último Samurai o Bailando con Lobos se centran en culturas diferentes pero siempre protagonizadas por un hombre blanco, un nexo cultural que sirve para explicar al público las rarezas y maravillas de otras formas de vida en lugar de darlas por entendidas.

Star-TrekSin embargo, el mundo es mucho más complejo y rico de lo que parece. La normalización de distintas opciones sexuales hace que nos planteemos por qué no tenemos mayor contenido homosexual o bisexual en películas, o por qué en la mayoría de los casos, chico y chica acaban juntos en una deformada idea del amor romántico. No es solo que la gente homosexual o de raza asiática quiera verse representada, es que ellos tienen una serie de problemas que generalmente no suelen ser mostrados, y muchísimo menos en películas de gran presupuesto. Eso fue lo que llevó a J.J. Abrams a elegir una chica como protagonista de The Force Awakens, o por la que podemos ver pilotos de la alianza rebelde de distintas especies y sexos. Incluso se comenta que Poe Dameron podría ser el primer personaje homosexual de la franquicia, más o menos como Star Trek Beyond ha hecho con Sulu al mostrarle como un hombre homosexual inspirado en la larga lucha a favor de la aceptación de George Takei, actor que le interpretó en la serie original (Otra cosa es que a Takei le haya hecho gracia la idea).

Lo que muchos ven como fruto de una agenda política liberal no es más que la exploración de diversas opciones. Aunque no es un gran medio de análisis, es curioso ver cuántas de nuestras películas favoritas pasan el famoso Test de Bechdel y darnos cuenta de que puede haber otra forma de contar historias. No es un cambio que ocurra de repente, y eso nos ha llevado a casos como el caso de la “lesbiana muerta”, un tópico en televisión y cine donde la mayoría de los personajes lésbicos acaban muriendo de forma trágica. La razón quizá sea que aunque los guionistas son cada vez más conscientes de estos temas, no se atreven aún a ponerlos como protagonistas y los utilizan como fondo, convirtiendo así a estos personajes en carne de cañón cuando se necesita aumentar el drama.

Esto llevó a un debate sobre si los escritores tenían el deber moral de dar visibilidad a otros estilos de vida o respetar culturas extranjeras en lugar de reducirlas a tópicos (Homeland ha aprendido esto por las malas), o si su obligación era para con sus historias, independientemente de lo políticamente correcto. Por supuesto, muchos pensaron que esto era un ejercicio de autocensura en el que tenías que meter mujeres, lesbianas felices y musulmanes agradables en las películas para no ser considerado un extraño, y aunque es un tema serio, como la mayor parte de las discusiones ocurren en internet ha llevado a opiniones extremas y ridículas que muy poco (o nada en absoluto) tienen que ver con el problema original. Es lo que en algunos círculos llaman Guerra Cultural, un choque entre los puntos de vista progresistas y conservadores.

reyMientras algunos ven lógica la elección de cuatro mujeres para ser cazafantasmas, otros lo ven como un forzado ejercicio de empoderamiento femenino, como recordándoles a las mujeres que ellas también pueden ser cualquier cosa, mientras nos damos cuenta de que el poder tiene que serles otorgado por los hombres (y del valor añadido a cualquiera que sea su lucha, como dejan claro en Agente Carter). Cuestiones complejas resumidas en guiones a veces flojos y un público con cada vez menos capacidad para el análisis profundo llevaron a la campaña que pedía un boicot tanto a The Force Awakens como Mad Max: Fury Road, por considerarlas intentos femeninos de acaparar intereses masculinos. Pero la peor parte se la llevaron estas cazafantasmas.

De todo el reparto, Leslie Jones ha sido la más afectada por una campaña de odio y acoso que se ha dado sobre todo en Twitter. Lejos de considerarlos unos simples trolls, Jones ha sido amenazada de muerte y comparada con Harambe, el gorila de doscientos kilos que fue tiroteado en el zoo de Cincinnati el pasado Mayo cuando un niño de tres años que cayó a su jaula. De hecho, un vídeo en homenaje a Harambe apareció en la web de la actriz por encima de las imágenes pornográficas robadas. Aparte de críticas de ser poco divertida, fea, estúpida y arrogante por atreverse a manchar el legado de una de las comedias más famosas de los ochenta, la actriz ha tenido que soportar ataques directos de Milo Yiannopoulos, un columnista conversador de cierta fama en internet debido a su cobertura sensacionalista del Gamergate, donde varias mujeres de la industria de los videojuegos fueron acusadas de ofrecer favores sexuales a cambio de buenas reseñas de sus productos. Milo es una especie de rey de los trolls que se llama a sí mismo “el mayor supervillano de internet”, y donde ejerce de vocero de los “gays por Donald Trump” y donde intercala sus conferencias donde ensalza la violación con ataques a todo lo que no le gusta. Eso le ha llevado a ser suspendido de Twitter, donde escribía con el nombre de usuario @nero, y después fue a Instagram a defender lo que consideraba una violación de su derecho de expresión a la vez que aseguraba que Twitter acababa de contemplar el principio de su fin. Como consecuencia de las grandes discusiones entre Milo y Leslie Jones, uno o varios hackers atacaron la web y teléfono de la actriz para compartir esas imágenes pornográficas, que algunos, como la página web machista y conservadora returnofkings.com, califican como un legítimo acto de represalia por parte de los nerds de hoy y ayer por mancillar sus películas favoritas.

Pero no lo es. Incluso aunque algunos aseguren que todo esto es obra de la propia actriz, que “seguramente esté disfrutando de su momento de ego y publicidad gratuita”, o aseguren que es culpa suya por tener esas fotografías, es algo que hace que nos planteemos cuáles son los límites de la libertad de expresión y cómo redes sociales o la sociedad debe reaccionar ante el acoso. No tiene por qué gustarnos el remake de Los Cazafantasmas, ni siquiera que caernos bien Leslie Jones. Podemos criticar absolutamente todo, pero eso no nos da permiso a publicar imágenes íntimas de alguien solo porque nuestro ego infantil quedó dolido cuando Hollywood estrenó una película olvidable que no nos gustó en una especie de revenge porn. Y al final es simplemente una muestra más de cómo internet saca a la luz la parte más oscura y desagradable de algunos usuarios y cómo otros, Milo Yiannopoulos y demás, lo utilizan para conseguir una falsa sensación de superioridad e influencia en el mundo digital. Lo que ahora tanto se llama “influencers” y que se resume en twittear mucho y buscar que las cosas sean “virales” presionando las teclas de lo políticamente correcto. Milo tiene derecho a expresas sus opiniones aunque a nosotros no nos gusten, pero eso no justifica sus ataques ni lo que le ha ocurrido a la actriz. Porque a nadie le gustan tanto Los Cazafantasmas.

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