‘Ragnarök. El último dios en pie’, Simonson vuelve a Asgard por la puerta grande
El Crepúsculo de los Dioses ha llegado, el mundo está cubierto de una luz mortecina, el final se acerca, pero falta una muerte, la del Dios de Piedra, el dios que duerme. El ‘Ragnarök’ no ha terminado, los dioses han muerto y los demonios y no muertos dominan los nueve Reinos, pero el último dios ya no duerme.
El retorno de Walter Simonson a la mitología nórdica se celebraba con algún “pero”, muchos no tenían tan seguro que pudiera llegar a las cimas que alcanzo con Thor, quizás su narrativa se haya quedado anacrónica, su dibujo puede no ser tan espectacular, muchas dudas que aclarar. Pero cualquier miedo se pierden las primeras páginas de ‘Ragnarök’, el estilo sigue siendo válido, espectacular, increíblemente recargado, ocupando toda la viñeta barrocamente. Convirtiendo cada escena en un golpe de autoridad, Simonson nunca se fue, sólo estaba cogiendo carrerilla para preparar el salto, ¡y vaya salto!
La historia comienza un centenar de años tras la caída de Asgard, los astros fueron devorados por Fenris y las sombras pueblan todo. Pero un misterioso dios permanece dormido en La fortaleza al final de todo, y tiene que morir. Para ello se encarga a la asesina Brynja que lo encuentre y acabe con él, abandona a su hija y su esposo, también un asesino, y firma un grupo de guerreros para cumplir la misión. Pero el equilibrio destruido del mundo despierta al Dios de Piedra, y Mjolnir vuelve a la mano de su legítimo dueño. Aquí comienza una carrera contra el nuevo mundo, contra el tiempo, y contra multitud de enemigos, y quizás, algún aliado.
No ha perdido ni un ápice de épica, la obra huele a sangre y acero, es lo que Simonson podría haber hecho con Thor si le hubieran permitido acabar el cómic de Marvel como él hubiera querido. Con dolor y desesperanza, con muertes tristes y lagrimas que el protagonista no puede derramar, con batallas contra muertos y monstruos, con rayos partiendo en dos el cielo y la fuerza de una nova explotando en cada embate. Simonson se deja llevar, y compone una historia donde el protagonista se encuentra perdido, y encontrarse es un proceso duro y largo, con enemigos a sus espaldas, y con pocos aliados, alguno puede que llegue en el futuro, pero eso, sólo los hados lo saben.
La fuerza narrativa de la obra se agranda con cada paso que da el Dios de piedra, con cada nueva pista que le cuenta la historia de la caída de los dioses de Asgard, del fin del mundo, que todavía no ha llegado. Es pura potencia y fuerza en dibujos, gráficamente arriesga en los planteamientos, con ángulos imposibles y abarrotando las escenas en una búsqueda de impacto puro y duro. Quizá el estilo de Simonson hubiera merecido otro trato final, el color actual que Laura Palmer aplica hace en el artista un efecto parecido al que ejerce en otro gran clásico, Frank Miller, atenúa su arte, y lo dota de un sentido más real, gracias a las nuevas técnicas eso favorece a muchos, a Miller y Simonson el color clásico y limpio lo habría dotado de más pureza y fuerza. Pero aún así, Palmer realiza un buen trabajo dando más vida si cabe a los grandes lápices del americano.
Walter Simonson recupera en ‘Ragnarök’ todo lo que hizo grande su incursión en Thor, la épica, los diálogos poderosos, los grandes juramentos y soliloquios de los protagonistas, las grandes batallas y las demostraciones de poder exagerado, brillo y sangre, acero y carne, aún no sé cómo hemos podido vivir sin que este gran autor retomara la vía de la mitología y la fantasía.
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