jueves, 20 de septiembre de 2018

Reseña de ‘La aguja’: Orgullosa se alza la corrupción

Escrito por Simon Spurrier y dibujado por Jeff Stokely, ‘La aguja’ es un cómic muy inteligente donde se alza orgullosa la triste corrupción.

Orgullosa se alza la corrupción en ‘La aguja‘, el nuevo trabajo del equipo creativo de ‘Six-Gun Gorilla‘, Simon Spurrier y Jeff Stokely. Una magnífica obra escrita con mucha inteligencia y dibujada con un detallismo bizarro y deforme. Pero ¿qué podéis esperar de ‘La aguja‘? Como solemos hacer en Cinemascomics.com antes de reseñar un cómic, nos gusta compartir con vosotros la sinopsis oficial de Planeta Cómic para que sepáis de qué tipo de historia estamos hablando. Esta es la sinopsis oficial del cómic:

“La Aguja es una montaña de metal y piedra, una vasta ciudad que se alza en mitad de un desierto radioactivo. Llena de pasillos retorcidos, de ascensores chirriantes y de maquinaria antigua, es el hogar de más de un millón de seres humanos y no humanos. Shå, que es la última de su especie —las medusas—, es la capitán de policía de la Guardia de la Ciudad, el cuerpo responsable de mantener el orden entre tanta mezcolanza de tecnología olvidada y biología moderna.

Cómic de La Aguja

Ahora, una cadena de asesinatos cometidos justo cuando la nueva baronesa de la Aguja está a punto de jurar su cargo está poniendo en jaque a Shå, que se esfuerza por detener al responsable y rendirlo ante la justicia. Como la nueva baronesa alberga un terrible odio por los seres no humanos, la medusa va a tener que lidiar con más de un enemigo al tiempo que un misterio enterrado en lo más profundo de la Aguja empieza a desenmarañarse a su alrededor“. Ahora sí, ¡vamos con la reseña de este cómic!

El enrevesado guion de Simon Spurrier, plagado de capas y capas de mentiras, y el estilo deformado del dibujante Jeff Stokely hacen de ‘La aguja’ un laberinto de medias verdades donde se alza orgullosa la corrupción en un entorno racista y violento surgido de la nada. ¿Lo mejor? La cantidad de elementos inventados que funcionan sin necesidad de explicación. ¿Lo peor? Que se acaba.

Cuando uno tiene que enfrentarse a la construcción de un universo ficticio desde cero (evidentemente, con influencias), tanto guionista como dibujante deben ejercer una labor propia de un dios: dotar de vida a algo que no tenía antes y que funcione correctamente, sin fallos y sin fisuras. ‘La aguja‘ crea vida, aunque no es la vida más placentera que uno podría imaginar. En esta distopía casi post-apocalíptica, la civilización que conocemos vive en una ciudad -homónima al título del cómic- enorme, edificada por niveles al estilo de ‘Rai‘. Evidentemente, la analogía de los niveles como clases sociales hace que los estratos sean definidos a través de los pisos. ¿Algo más? Sí, una serie de seres que no son humanos -tienen muchos nombres, generalmente despectivos- y que poseen unas habilidades distintas a las de nuestra especie. Sin embargo, son considerados por la mayoría como una raza inferior y hay una sensación, ya no solo de desdén, sino incluso de superioridad moral de los humanos con respecto a estos seres. Es como que estos seres extraños les deben pleitesía a los humanos y deben dar las gracias por estar vivos, a pesar de que las condiciones sean pésimas, extremas o insoportables.

Viñeta del cómic La aguja

Con este contexto, ‘La aguja‘ plantea una historia protagonizada por uno de estos extraños seres. Se trata de una detective o policía de la ciudad, cuyo punto de partida es un asesinato, que irá descubriendo la verdad desplegando cada capa de una ciudad corrupta hasta la médula. Un reflejo fidedigno de nuestra realidad a partir de una ficción plagada de componentes raciales, sociales, sexuales y políticos. Todo funciona a la perfección gracias a la inteligente escritura de Simon Spurrier, enrevesada y cohesionada a la propia ciudad y la historia. Su prosa es sencilla y directa, y conecta con el lector de principio a fin, obligándolo a pasar las páginas sin parar a reflexionar porque la verdad, en cada viñeta, va asomando la verdad. Poco a poco. Para colmo, el estilo tan marcadamente personal de Jeff Stokely da vida a un universo bizarro, dantesco y deformado. Su pincel recrea la historia de Simon Spurrier con mucha imaginación, definiendo todo de tal manera que es imposible no entrar desde las primeras páginas en un mundo, a priori, complejo y caótico. Funciona; creedme, funciona. Lo que en las primeras viñetas parece ser una locura ininteligible pasa a ser, cinco minutos después, un cómic perfectamente armado y orquestado con delicadeza por su guionista y su dibujante.

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