En cambio Joaquin Phoenix fue más, fue un intérprete que me sorprendió y maravilló desde esa película (la primera que recuerdo suya), algo que creció cuando pude ver su trabajo en Quills, El bosque, y por supuesto en En la cuerda floja en la que da vida a mi adorado Johnny Cash.
Ahora es el Joker, o un Joker, o al menos un tipo llamado Arthur Fleck que se convertirá en el Joker (pero puede que nos la jueguen con algo como un hermano gemelo que vive perdido en el bosque).
No sé qué esperar, no creo que nadie lo sepa.
De pronto saltó el rumor de que Tod Phillips, director de la saga de Resacón en las Vegas (y otras del estilo), iba a hacer una película del personaje y que Joaquin Phoenix iba a protagonizarla. Al poco se confirmó la noticia, pero seguía sin saberse realmente nada.
Algo de información se fue filtrando. Menor presupuesto que otras del universo DC/Warner, pretendía ser más oscura (pero bien, argumentalmente hablando, no solo quitando color al filme) y presentaría una nueva versión del maníaco de Gotham.
Hasta ahí llegaba todo.
Y salió la foto.
Esa primera imagen de Joaquin Phoenix como… ¿Quién? Nadie. Un tipo normal, vestido como cualquiera, con un mal corte de pelo y nada que llame la atención.
Excepto la mirada. Hay algo en esa mirada que es raro, que no encaja con todo lo demás. Y la sonrisa, ¿es una sonrisa? No llega a serlo, pero está ahí, casi parece que luchar por salir.
Una fotografía normal, de carnet, como las decenas de ellas que nos hemos hecho a lo largo de nuestra vida, solo que hay algo que no está bien, algo que inquieta a todo aquel que la mira.
Quizá es que cuando se la tomaron estaba teniendo un mal día, y todos sabemos que un mal día es lo único que hace falta para volver loco a alguien.
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