Crítica de Que Dios nos perdone: obsesión policiaca y decadencia ambiental
Rodrigo Sorogoyen articula en ‘Que Dios nos perdone’ un notable ‘thriller’ de personajes determinado por el entorno
El cine español ha incidido con mayor intensidad en el ‘thriller’, terreno que favorece la diversificación temática y que a priori potencia su dimensión comercial con el sugerente matiz de que permite integrar entretenimiento e intencionalidad discursiva. Aunque toda tendencia termina por adquirir con el tiempo efectos perversos (y un primer síntoma se percibe en que solo parecen aflorar este tipo de propuestas), de momento solo cabe reconocer el nivel de producciones como ‘Que Dios nos perdone’, la notable primera incursión de Rodrigo Sorogoyen en el género. La obra expone la tensa y obsesiva búsqueda de un asesino en serie por parte de dos inspectores y trasciende su condición argumental al conjugar con habilidad y criterio el interés por la trama criminal con el que suscitan los retratos de los protagonistas, unos estupendos Antonio de la Torre y Roberto Álamo.
El primero encarna a un profesional demasiado meticuloso que tiene problemas de interacción social derivados de su tartamudez. Solitario, esconde una profunda necesidad afectiva que le lleva a la impulsividad. En contraste, su compañero es un hombre vehemente, iracundo y conflictivo al que le afecta su situación familiar. Ambos perfiles resultan reconocibles y responden a arquetipos bien descritos.
En paralelo emerge un factor determinante: la sensación que transmite el ambiente sucio, feo, viejo, caluroso y decadente que envuelve la investigación, desarrollada el verano de 2011 en Madrid. Sorogoyen remarca este aspecto y desliza detalles acerca de la realidad española. La fecha remite al momento más crudo de la crisis socioeconómica que aún padecemos. En paralelo se suma el sórdido hecho de que el hombre al que persiguen viola y asesina a ancianas. La alusión a la visita del Papa de aquel año no influye en la trama y solo constituye un elemento circunstancial enfocado a la contextualización.
Sorogoyen cuida la narración, el tono y la dirección de actores (cabe mencionar también el trabajo de los secundarios) y se apoya en un buen guion, escrito junto a Isabel Peña, con quien ya colaboró en ‘Stockholm’. ‘Que Dios nos perdone’ recibió, en el citado apartado, el premio del jurado en la 64 edición del Festival de San Sebastián y fue uno de los largometrajes de la sección oficial mejor valorados por la crítica. El dominio expositivo se manifiesta en que la historia muestra y explica la figura del antagonista en el momento apropiado así como en la acertada integración de leves apuntes de humor vinculados a la personalidad de los inspectores y sus reacciones. El tramo final exigía en cambio mayor concisión, si bien conduce a un estimable clímax que añade a la obsesión el peso de la venganza.
Lo mejor: la narración y el tono que aporta Rodrigo Sorogoyen desde un buen guión y el estupendo trabajo interpretativo de Antonio de la Torre y Roberto Álamo.
Lo peor: el tramo final (no así el clímax) se enreda y requería una mayor concisión.
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