martes, 20 de diciembre de 2016

Especial David Bowie | Parte II – Aladdin Sane

Especial David Bowie | Parte II – Aladdin Sane

Continuamos con  nuestro especial dedicado al artista David Bowie que comenzamos en Especial David Bowie – Starman

En 1973, poseído aún por el espíritu de Ziggy Stardust, David Bowie encontró tiempo para grabar y publicar su siguiente disco. Aladdin Sane, cuyo título es un juego de palabras (A Lad Insane, un tipo loco) es también una mezcla de estilos que demuestra que aunque se definiese a sí mismo como coleccionista, el término “ladrón descarado” se ajustaba más a la realidad. Capaz de obsesionarse sin límites con sus nuevos descubrimientos o amistades, algunas de las canciones son un brutal plagio de los Rolling Stones, incluyendo una versión de Let’s Spend the Night Together. Sin embargo la canción más famosa del álbum es The Jean Genie, donde aparece una guitarra potente y sucia muy similar a la de uno de los nuevos amigos de David: Iggy Pop.

James Newell Osterberg, más conocido como Iggy Pop, es una de las estrellas más extremas de la industria. Caracterizado por su torso desnudo y escuálido, formó parte de una serie de bandas sin demasiado éxito hasta que se convirtió en cantante de The Stooges, viviendo durante mucho tiempo no solo a la sombra de grupos como The Doors, sino del continuo abuso de drogas y el alcohol que llevarían a la muerte a uno de sus miembros en 1975. En comparación con otras bandas de la época, que se subían al escenario cuidando muchísimo su imagen con trajes y peinados similares, Iggy era la viva imagen del caos y la destrucción revolcándose sobre cristales rotos, inventando el crowd surfing o incluso vomitando en el escenario (todo un clásico del rock). Iggy se sentía inspirado por artistas con una gran expresividad como James Brown o Jim Morrison, energías poderosas de las que no se podía apartar la mirada. A pesar de que ahora se les considera como los padres del punk o de lo que décadas más tarde sería el grunge, Iggy fue durante mucho tiempo poco más que un drogadicto que vivía en garajes o en el ala de psiquiatría de UCLA, víctima de la heroína.

Era precisamente ese aspecto decadente y sin frenos el que fascinaba a Bowie, quizá porque aunque podía imitar sus estilos, él era un muchachito inglés con educación musical y su acercamiento era frío y cerebral. En cambio, Iggy era auténtico. Puede que al líder de The Stooges no le gustara que aquel “jodido zanahorio” le copiara, pero aceptó su ayuda para producir Raw Power, el tercer disco del grupo. Entre Iggy y Bowie se establecería un fuerte vínculo desprovisto de la envidia que David sentía por Mick Jagger o la admiración hacia John Lennon, y aunque algunos aseguran que llegaron a mantener una relación amorosa, es poco probable que eso ocurriera por mucho que viviesen en el mismo apartamento. En realidad se trataría más bien de un acuerdo por el que ambos intentarían salvarse mutuamente de sus numerosas adicciones, que les habían llevado a tocar fondo y amenazar seriamente sus vidas.

El Delgado Duque Blanco

El novelista Ken Follet dijo que una vez alcanzado el éxito, lo lógico es hacer lo mismo una vez al año durante el resto de tu vida. Cuando Bowie anunció su retirada en Londres muchos pensaron que estaba dando por finalizada su carrera musical, sin embargo se refería al personaje de Ziggy Stardust o al Glam Rock en general, que sustituiría por otros estilos musicales y estéticos que darían pie a los famosos Alter- ego que utilizaría y desecharía a lo largo de los años. Tras Aladdin Sane, cuyo rayo bicolor ya es un icono de la música, llegarían Pin Ups y el extrañísimo Diamond Dogs, que tenía muy poco que ver con Ziggy y sí mucho con el abuso de todo tipo de sustancias que llevarían a Bowie a su famosa etapa de paranoia. La portada de este disco es una ilustración tan popular como hortera, donde aparece como una esfinge, recordatorio de la época que estuvo fuertemente interesado en el Antiguo Egipto. Se trata de un trabajo complejo, oscuro y plagado de referencias hacia la novela 1984 de George Orwell, quizá por eso sorprenda tanto encontrar allí Rebel Rebel, una de sus canciones más pegadizas, que supondría su adiós definitivo al Glam… y que suena sospechosamente parecida a I Can’t Get No Satisfaction de los Rolling Stones. La letra, mucho más coherente que otros temas del cantante, habla de temas que están muy de moda en pleno siglo XXI, como la identidad de género o la sexualidad ambigua, y que fueron también determinantes a la hora de cimentar la fama de Bowie. Otra forma que tenía de componer sus canciones era recurrir a la famosa técnica del recorte, que mostró en vídeo y donde puede vérsele en pleno éxtasis creativo ayudado por las rayas de cocaína que tiene al lado.

Pero esta nueva imagen musical no era el único cambio que David estaba sufriendo en sus propias carnes. Tras vivir, como llamaban “la locura de Los Ángeles”, aumentó su consumo de cocaína hasta el punto de que ya no formaba rayas, sino que acumulaba montañas de droga sobre la mesa del café de la que iba tomando constantemente. Esto, aparte de preocupar a amigos como Jagger o Lennon, le dejó delgado y lleno de tics, aspirando continuamente por la nariz o temblando en el asiento. Algunas entrevistas de esta época le muestran saltando de un tema a otro, incapaz de dar una respuesta directa o, como somos conscientes ahora, comportándose como un auténtico adicto. Lo único que el público podía adivinar es que Bowie había cambiado y que, curiosamente, al aparecer ahora sin maquillaje ni vestidos de colores, parecía aún menos humano que antes. Quizá fue esa la idea que tuvieron los responsables de The Man Who Fell to Earth, que le dieron su primer papel protagonista en este drama británico de ciencia ficción en el que interpretaba a un alienígena que venía a la Tierra buscando la forma de salvar a su pueblo. Si bien Bowie no era un gran actor, poseía una imagen única como ser de las estrellas que había cultivado a lo largo de su carrera musical. Años más tarde, el cantante confesaría recordar muy poco sobre el rodaje de la película o del propio Diamond Dogs porque estaba demasiado colocado durante su producción.

Estos excesos no afectaron a su dura disciplina de trabajo. Su curiosidad le llevó al Blues, el Soul o incluso el Cabaret, estilos evidentes en Young Americans, donde las guitarras dan paso a una presencia cada vez mayor de la clara y fuerte voz de Bowie. También experimentó con el Funky en Fame, en la que colaboró con John Lennon y que fue una de las últimas aportaciones del ex – Beatle antes de su retiro por cinco años. Vistos en retrospectiva parecen álbumes de transición, casi como marca el título de su siguiente trabajo, Station to Station, inspirado en su viaje transiberiano. Sería en esta gira cuando Bowie se llevaría a Iggy como un cachorrillo y le sentaría en un lado del escenario, la primera experiencia del cantante de The Stooges con la auténtica maquinaria discográfica, que le dejaría fascinado por la dedicación de David por su trabajo, durmiendo pocas horas y encontrando bandas nuevas que escuchar cada mañana. Claro que para eso ayudaba mucho el hecho de que no dormía debido al subidón constante de la cocaína, que para la gira había transformado completamente su aspecto una vez más. Ya no era el pelirrojo escuchimizado sino un negativo andante, un vampiro ario con traje de tres piezas apodado El Duque, de peinado engominado hacia atrás. Bowie cambió el brillo del Glam por una sencilla luz blanca sobre el escenario y un aspecto mucho más masculino, casi como si fuesen personas diferentes.

En contraste con las entrevistas abiertas y relajadas de otras etapas de Bowie, el Duque era seco, distante y dado a la polémica. Décadas más tarde el cantante intentaría distanciarse de esta etapa de su vida asegurando que el Duque era un personaje “desagradable”, ya que sumido en su etapa más dura de adicción a las drogas, se centró en los dos temas favoritos de cualquier adicto: el ocultismo y el tercer Reich.

Existen a disposición del que las busque páginas webs y blogs que analizan al detalle la intrincada relación entre el cantante y los cultos satanistas y sexuales de los que se dice que formó parte. Es cierto que Bowie mostró un gran interés por la cábala o la figura de Aleister Crowley, el gran místico y ocultista de principios del siglo XX, y que sus investigaciones (muy superficiales) quedaron plasmadas en sus trabajos. Se fotografiaría dibujando el árbol de la vida de los cabalistas y escribiría sobre el Golden Dawn, el entorno más íntimo de Crowley, en su canción Quicksand. Es posible que el mago también fuese su fuente de inspiración para sus retratos de estética faraónica, pero hay que entender que en todo lo que hizo no había una auténtica iniciación sino simple curiosidad alimentada por el abuso de la cocaína. Entre sus efectos secundarios pueden aparecer alucinaciones y una fuerte manía persecutoria, por eso, en plena época del Duque, Bowie guardaba su orina en la nevera convencido de que un grupo de súcubos querían apoderarse tanto de ella como del pelo de su cabeza y pestañas. También se sometió a un ritual de magia blanca para limpiarse de un posible mal de ojo que le estaba afectando y escondió cuchillos por toda la casa por miedo a ser atacado por la Familia Manson. Uno de sus momentos de locura más famosos quedó relatado en la entrevista que  Cameron Crowe le hizo para Rolling Stone y donde el columnista se sorprendió por la cantidad de símbolos protectores que había escrito en paredes y persianas, desde donde decía ver “cuerpos caer”.

Por si el aspecto de ideal ario y su interés por el expresionismo alemán no fuesen suficientes, sus declaraciones le metieron en muchos problemas al afirmar que a Inglaterra podría venirle bien un líder fascista, añadiendo también que Hiter había sido la primera estrella del rock de la Historia. Más tarde se retractó explicando que el líder nazi embaucó a una nación entera de la misma forma que los artistas hacían con su público, pero aún a día de hoy se recuerda el supuesto saludo nazi que realizó en la estación Victoria desde la parte de atrás de un descapotable. Aunque en realidad Bowie se limitó a agitar la mano para saludar a sus fans, el poder de una imagen, aun muy sacada de contexto, puede servir para representar los desvaríos filofascistas de aquel ogro que llegó a comentar incluso que él “hubiese podido ser un dictador muy bueno”.

Quienes han estudiado muy a fondo la vida de David Bowie aseguran que había mucha desesperación en el comportamiento errático y frío del Duque. El agotamiento mental unido a la cocaína, su única base de alimento junto con pimientos rojos y leche, le llevaron a formar una especie de escudo protector en el que intentaba mantenerse cuerdo, aunque no lo estuviera. Esto debería hacernos pensar en los alters ego de Bowie no como creaciones de teatro bien engarzadas y pulidas, sino en periodos muy concretos de la vida de una persona que sobrepasó todos los límites y que casi acabó pagándolo con la vida. Mientras que Ziggy era un personaje del Glam, el Duque era un hombre de veintinueve años que no tenía un vínculo emocional estable (su matrimonio con Angie era una fachada) y que en algún momento empezó a darse cuenta del círculo vicioso en el que se había quedado atrapado. Años más tarde comentaría que esta etapa representaría el morboso y equivocado entusiasmo de un joven con demasiado tiempo libre y demasiados gramos de PCP, anfetaminas y cocaína en su cuerpo. Así que aconsejado y ayudado por su asistente Coco Schwab cogió a Iggy, que estaba peor que él, y decidió que había que cambiar.

La trilogía de Berlín

Convertido en un indigente que robaba comida de los cubos de basura, Iggy Pop llegó incluso a pasar un tiempo en la cárcel, por lo que asegura que si sigue vivo a día de hoy es porque Bowie tuvo la deferencia inexplicable de preocuparse por él, buscarle y proponerle dos cosas: limpiarse y lanzar su debut en solitario. Muchos no entendían muy bien qué ganaba David con esta relación, extrañamente altruista en una superestrella. Quizá, como se ha comentado antes, veía en Iggy algo auténtico, la representación pura del caos del rock y de la que él no podría formar parte, o quizá un reflejo de sí mismo, o tal vez simplemente el mono es mejor pasarlo en compañía. Crearon un núcleo hogareño en el 155 de Hauptstrasse, en un estado de reclusión casi monacal. La idea de irse al lugar más aislado de Occidente en busca de inspiración resultó curiosa a muchos, pero al ser un lugar tan extraño y vigilado, quizá les sería más fácil evitar a los camellos. No llegaron a limpiarse, pero sí encontraron una cierta estabilidad y disfrutaron del anonimato que les proporcionaba Berlín, que afectó positivamente a su salud. Iggy cogió peso, paseaban e iban a cafés o famosos lugares de ambiente gay donde Bowie tuvo varios amantes, incluyendo a un travestí llamado Romy Haag. Pocas dudas caben ya de la bisexualidad de David Bowie, y aunque incluso a él mismo le costaría llevar una lista de sus amantes, la relación más fuerte que tuvo en Berlín fue con Coco. Cuando el cantante falleciera en 2016, dejaría estipulado en su testamento que Coco recibiese dos millones de dólares, literalmente porque le salvó la vida cuando rozaba la anorexia y era incapaz de dormir. No se trataba solamente de una asistente o empleada. Décadas de trabajo conjunto y amistad parece que desembocaron en una relación amorosa que, al contrario que las demás, enfadó muchísimo a Angie. Aunque aún seguían casados, el matrimonio entre David y Angie no vivía junto desde hacía dos años, y el hijo de la pareja, Duncan, pasaba mucho tiempo en manos de una cuidadora (que también recibiría un millón de dólares del testamento del artista). Finalmente, a pesar de sus intentos por evitarla, Angie se presentó en Berlín y acusó a Coco de haberle “robado a su marido”, lo que hizo que David se enfadara y la estrangulara contra una pared hasta casi matarla. Es difícil saber cuánto de realidad hay en las palabras de Angie debido a su gran afición por el escándalo, le beneficie o no, sobre todo animada por su propia adicción a las drogas. Algunas de sus declaraciones, como que David tuvo una aventura con Bianca Jagger como venganza porque Mick escribiese el tema Angie pensando en ella, no tienen sentido, lo mismo que su intento de suicidio previamente anunciado en una entrevista, donde se lanzó por unas escaleras y acabó peleándose con los médicos que la trataron en el hospital. Sí es cierto que tuvieron muchas peleas donde hubo cristales rotos (que daría título a una canción), y que desde su divorcio jamás volvieron a dirigirse la palabra.

El punto tan bajo de su vida en el que se encontraba es el que da nombre a su disco Low, que no se grabó en Berlín aunque se le considera el primero de su famosa trilogía, un momento definitivo en su carrera que le ayudaría a desprenderse de los alter ego y empezar a ser considerado un músico serio y regenerado. Es un álbum extraño que sorprendió (y no para bien) tanto a la discográfica como a muchos críticos, que lo calificaron como una rareza o, directamente, “una mierda”. Low cuenta con varias canciones totalmente instrumentales que pueden ser ideas recicladas de una banda sonora que no llegó a presentar para la película The Man Who Fell to Earth, y con un sonido vanguardista inspirado en bandas alemanas como Kraftwerk. Apropiarse de estilos ajenos era algo propio de Bowie, pero Low logró una mezcla distópica con melodías muy pegadizas y ágiles entre las que destacan Sound and Vision. Paralelamente a este trabajo más relajado, Bowie produjo el primer disco en solitario de Iggy, The Idiot. Lo primero que resalta del debut de Iggy es lo bien que le sentaba tener a su disposición un equipo listo para trabajar con él y sacar lo mejor de su talento, con un resultado muchísimo más cuidado que sus trabajos con The Stooges, pero también es cierto que el encanto sucio y caótico de sus años anteriores se pierde. Poco después de una gira extrema en la que Iggy volvió a las andadas, Bowie le ayudaría a producir Lust for Life (con el que grabaría su mejor título, The Passenger), justo antes de crear la que para muchos es su obra maestra, Heroes. Esto da un total de cuatro discos en menos de un año, lo que demuestra lo bien que le sentó el cambio de aires a la pareja al abandonar, aunque no totalmente, la cocaína. Incluso muchos de los que le conocían se sorprendieron del aspecto más relajado de David, vistiendo ropa informal y sin la necesidad de escudarse tras un personaje excéntrico.

Heroes no llegaría al primer puesto, ni tan siquiera sería de las canciones más exitosas de Bowie, pero se convertiría en todo un himno para la ciudad de Berlín y en su tema estrella en los conciertos. Compuesta cuando vio a una pareja de amantes junto al célebre Muro que dividía la ciudad, se convirtió en un canto al optimismo y a la esperanza. Tiene la voz más clara de David, sin sobreañadirla como ocurre en temas como The Beauty and The Beast. Sería su mayor momento de gloria creativa, saliendo de gira una vez más, cosa que se negó a hacer con Low. Pero con Lodger, parecía que la química entre Bowie y el productor Brian Eno había llegado a su fin, y también la de Iggy, que volaba en solitario esperando alcanzar nuevas cotas de riqueza… que se quedarían en nada. Poco después, las adicciones del cantante The Stooges reaparecieron y demostrarían cómo algunas personas, como Keith Richards o el propio Bowie, pueden mantenerse en pie aunque sea a duras penas, mientras que otros acaban completamente fulminados por la drogadicción.

Esta etapa experimental tal vez le sirviera a Bowie para limpiarse y centrarse aún más en el trabajo. Inició los trámites de separación con Angie a finales de la década, justo cuando decidió que su vida en Berlín había terminado y se preparaba para regresar a Nueva York. Convertido en un hombre nuevo, y sumando a su fama de monstruo excéntrico un nuevo bagaje musical, decidió seguir con la interpretación sumándose a la obra de Broadway El Hombre Elefante, inspirado en la vida de Joseph Merrick, conocido por sus numerosas malformaciones. Al igual que ocurrió con The Man Who Fell to Earth, Bowie cumplió con creces con su actuación, brillando gracias a su carisma e intuición sobre el escenario. Trabó amistad con sus compañeros de reparto, que superaron pronto sus recelos sobre tener a “una estrella del rock” apropiándose de papeles serios en el teatro. Pero a Bowie le quedaba aún mucho para considerarse una estrella, ya que en lugar de vivir en un hotel o una gran mansión, alquiló un pequeño apartamento, donde se dice que no tenía más posesiones que una maleta y una camisa.

Salir de su retiro le permitía recuperar su amistad con John Lennon, que estaba pensando en volver a la música, pero también le obligó a enfrentarse con viejas amistades como Lou Reed o Marc Bolan, cuyas carreras habían discurrido por senderos muy diferentes. David había pasado de ser un admirador de Lou a convertirse en su productor, y cuando le pidió que se desintoxicara para su siguiente trabajo, Lou reaccionó de forma violenta tirándole sobre la mesa de un restaurante y dándole puñetazos en la cara. La cosa pareció calmarse hasta que minutos después la pelea se reanudó, y acabó con David presentándose en el hotel donde el cantante de The Velvet Underground se hospedaba pidiéndole que saliese a comportarse como un hombre. Peor fue su último encuentro con Marc Bolan. El cantante de T. Rex se encontraba en horas bajas después de que su carrera se quedara en un punto muerto, y tuvo un breve programa de televisión en el que aparecía con amigos y otros cantantes para interpretar viejos temas. Solo duró seis episodios, y en uno de ellos, Bowie apareció con todo su séquito para tocar un dúo que quedó grabado en las cámaras del programa como la constatación de que la antigua fama de Bolan se había esfumado. Triste y con un pelo que ya empezaba a estar pasado de moda, Bolan contrastaba con un Bowie joven y enérgico que había adquirido una solidez como artista superior a la suya. Además, cuando llega el momento de acercarse a los micrófonos, Bolan tropieza y cae al suelo mientras David sonríe cuando la cámara le enfoca para disimular el estropicio. Es peor aún saber que cuando el programa se emitió, a finales de Septiembre de 1977, Bolan ya había muerto tras estrellarse el coche en el que viajaba contra un árbol. El último gran golpe que David recibiría sería la noticia de que el 8 de Diciembre de 1980, John Lennon moría asesinado por Mark David Chapman, que le disparó cinco tiros por la espalda en la entrada de su vivienda en Nueva York. David había admirado la vida relativamente anónima que Lennon había construido en la ciudad, a pocos metros de Central Park, pero fue precisamente eso lo que hizo que Chapman se decantase por él de entre su larga lista de víctimas potenciales entre las cuales, según alimentaron los rumores durante años, figuraba el propio Bowie. Con su marcha, David se daba cuenta de que se encontraba en un punto en el que no solo había alcanzado a los artistas a los que había admirado durante años, sino que ahora se encontraba más allá que ellos y también, completamente solo.

Los setenta habían terminado.

Para leer el artículo completo sigue el enlace Especial David Bowie | Parte II – Aladdin Sane



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